Las doctoras Clance e Imes, las que definieron el síndrome de la impostora nos recuerdan que: a pesar de los logros académicos y profesionales extraordinarios, las mujeres que experimentan el fenómeno de la impostora están convencidas de que en realidad no son inteligentes, y de que han engañado a quienes creen que sí lo son. Creen que su éxito ha sido una cuestión de suerte.
Podríamos resumirlo, diciendo que la imposibilidad de interiorizar nuestros logros, nuestra idea de éxito de manera natural, hacen que sintamos que hemos llegado a donde estamos a base de engañar a todo el mundo.
Según la doctora Young Podríamos identificar 5 tipos de impostora. Aunque debo aclararte, que los límites son porosos.
Perfeccionista: quizás todas nos identificamos un poquito por acá. Esta impostora centra su atención en la forma en la que hace las cosas: cualquier mínimo fallo, aun cuando el resultado haya sido el buscado, es sinónimo de una sensación de fracaso, vergüenza.
Y acá entramos en un círculo perverso, porque si bien es cierto que es natural tener ganas de que nos vaya bien, triunfar en lo que nos proponemos, el deseo de perfección puede ser u8na motivación pero cuando nos imponemos cánones muy altos, exigencias imposibles de mantener, y no toleramos el más mínimo fallo, esa voz interior no nos da paz y tenemos que dar el 500%.
Otra forma que adquiere este síntomas, puede ser la pasividad porque el perfeccionista imagina (equivocadamente) que no puede realizar de manera perfecta su objetivo. esto la paraliza, no puede asumir el riesgo de la imperfección.
Experta: acá aparece la soy competente sólo si lo se todo. Nos convertimos en eterno estudiante de la vida, puesto que nunca es suficiente. En lugar de decirnos, tengo un bagaje en conocimiento y experiencia suficiente para encarar este desafío y el resto de conocimientos y competencias las iré adquiriendo.
Independiente: nos asignamos una tarea y queremos hacerlo hasta el final de la A a la z sin ayuda porque sería una señal de debilidad y motivo de vergüenza.
Superdotada: nos preocupamos no sólo en tener éxito. sino también cómo y cuándo. No soy lo bastante buena si tengo que hacer un mínimo de esfuerzo
Superwoman: bueno, quien no se comió este cuento! Asumimos todas las funciones. No cumplir con alguno de esos papeles: buena madre, compañera, amiga, etc es sinónimo de vergüenza. Sus exigencias se acercan a la de la perfeccionista pero las multiplica y amplía en funciones. Necesitamos brillas en cada uno de los papeles que desempeñamos, no nos satisface tener éxito solo en un ámbito.
Y luego, Cadoche y de Montarlot completaron esta tipología con dos perfiles: la entregada y la falsa confiada.
Con la entregada, manifestamos una actitud de devoción que a veces es sacrificio y victimización. Escucharse a una misma pasa a un segundo plazo por miedo a decepcionar. Nos dejamos llevar por lo que se espera de nosotras, las expectativas del resto que nos da miedo decepcionarlos, dejándonos en un segundo plano, postergadas.
La falsa confiada es una cortina de humo de protección hacia un concepto frágil de nosotras mismas, no quiere ser desenmascarada y no soporta la crítica. Toleramos a otros siempre y cuando no cuestione nuestra máscara de protección ante nuestra dudas y miedos., por lo cual tenemos un deseo insaciable de agradar y ser aceptadas.
Mi aporte es que seas compasivo con vos misma, que los errores son útiles para convertirnos en resilientes y que sobrevivimos. Sé indulgente y aprende de ellos sería una formula para ser más confiadas.
Y no te olvides que los errores son humanos, por lo cual todos los cometemos.