“Me sentí orgullosa de lo que había conseguido, pero al verme rodeada de gente tan brillante empecé a temer de que me vieran como un fraude“, “Sentía que el éxito de los demás se debía a su talento y el mío solo era cuestión de suerte. O, en el mejor de los casos, solo era por todas las horas extra que le dedicaba al trabajo”
El día en que María de Soria-Santacruz entró en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), una de las instituciones más prestigiosas del mundo, el temido techo de cristal que suele limitar la carrera de muchas mujeres, y especialmente a las científicas, se derrumbó bajó sus pies. Este logro, había quedado matizado por una barrera mucho menos visible pero igual de pesada: “Entonces descubrí que sufría del conocido síndrome del impostor y ver que no era la única que convivía con ese problema me ayudó a superarlo”.
El síndrome del impostor, salió a la luz, en 1978, por las psicólogas Paulina Clance y Suzanne Imes mediante un estudio denominado: “El síndrome del impostor en mujeres de alto rendimiento”.
Hay que aclarar, que no es una patología mental, sino una experiencia de impostura que afecta con especial intensidad a las mujeres trabajadoras que quieren escalan en su carrera profesional, a las personas con un alto rendimiento, o emprendedoras .
El estudio más divulgado señala que el 70% de las personas,. 7 de cada 10 personas lo han experimentado, en algún momento de su vida e incluso sienten: solo me pasa a mí, pero lo común no es normal, no convirtamos en normal hechos que no lo son.
Hay tres características definitorias:
1- la creencia de que los demás tienen una visión exagerada de tus destrezas y habilidades.
2. el miedo a que te descubran porque te consideras una farsante.
3. atribuir el éxito a factores externos como la suerte, las horas extras trabajadas, etc. y no a tus actitudes / aptitudes
A las que podemos sumar:
Inseguridad en el trabajo (miedo de hacerlo mal, de tomar decisiones equivocadas o decepcionar)
Te comparas constantemente con los demás y no eres capaz de reconocer tu evolución personal y profesional.
Tienes una tendencia al perfeccionismo y te enfocas exclusivamente en cumplir las expectativas que tienen los otros sobre tus logros.
Cuando reconocemos que la imagen de impostoras que tenemos de nosotras mismas no es la verdad, sino una construcción en nuestra mente que hemos reforzado día a día podemos empezar a trabajar en nuestra confianza.
La confianza personal reside en la seguridad que tenemos de nosotros mismos, es la voz interna que sostiene nuestra misión y nuestras metas. Es esta confianza la que nos sostiene en momentos difíciles, nos ayuda a afrontar la adversidad. La confianza personal significa confiar en nuestras ideas, decisiones, capacidades, y habilidades.
La confianza es esa sensación de estar vivas, de no buscar la consideración del otro para conseguir la aprobación necesaria, conocernos bien en cuanto a fortalezas debilidades y ser honestas frente a los desafíos y deseos, y además, ser capaz de soportar los errores y fracaso, asimilarlos e integrarlos como parte del proceso normal de la vida y de aprendizaje.
Por estas razones, es tan importante el autoconocimiento, porque la confianza no es un sentimiento estático y experimenta variaciones a lo largo de nuestras vidas que puede tambalear ante la presencia de esa voz interior crítica.
Charles Pepin nos interpela al decirnos que “no somos: nos estamos convirtiendo. ¿no confiamos en nosotros mismos? no importa: confiemos en lo que nos podemos convertir.